Se encontraba en su impre­sionante Lamborghini Ga­llardo Spyder cuando fue asesinado a balazos. Hugo Quintana Bardelli inten­tó huir saltando por la ventana del bólido, pero recibió veinte de los 41 proyectiles que los asesinos dispa­raron a quemarropa, para asegurar­se. Un fusilamiento a plena luz del día, con fusiles AKM y escalofriante sangre fría. Las mafias ya no importan sicarios, ahora los crían, preparan y profesionalizan acá mismo, producto nacional. 
Crimen por error en sjl

Percy Rojas Durand, ‘Niño Vie­jo’, tenía una misión: ponerle fin a la vida de René Aroni Lima, pero una “confusión” en el dato hizo que ter­minara asesinando a Carlos Burgos Gonzales, hijo del alcalde de San Juan de Lurigancho. Según el De­partamento de Robos de la DIRIN­CRI, el crimen se produjo como resultado de una disputa entre or­ganizaciones criminales dedicadas al tráfico de terrenos y el cobro de “cupos” a empresas constructoras. ‘Niño Viejo’ recibió 5 mil soles de Christian Barraza Guevara (a) ‘Ki­tty’, rival de ‘Aroni’, quienes se dis­putan las obras de construcción ci­vil en San Juan de Lurigancho.

historia de muerte

Quienes perpetran estos horren­dos crímenes se llaman sicarios y su modalidad de asesinar por en­cargo es más antigua de lo que po­demos imaginar. En los tiempos de Jesucristo, por ejemplo, existían los celotas, un grupo de radicales que reivindicaban la independencia del Estado judío y luchaban contra la ocupación romana en Palestina. Eran conocidos con el sobrenombre de sicarios porque escondían entre sus ropas un pequeño puñal llama­do “sica”, con el que asesinaban a cualquier oponente sin ningún tipo de miramientos. De ahí viene la de­nominación. 

Existen otras múltiples referen­cias a mercenarios y asesinos con­tratados por los señores de los gran­des imperios de la antigüedad, en la corte de los faraones del antiguo Egipto, entre el ejército hoplita grie­go, en las falanges romanas, etc. De ese tiempo a esta parte, los asesinos a sueldo han sido una herramienta útil para quienes desean darle solu­ción a sus problemas con la elimina­ción directa de quien los ocasiona. Los motivos pueden ser diversos, según la perspectiva del cliente.

Los modernos

En la actualidad, los sicarios tie­nen cualidades especiales que los hacen valorizarse en el mercado negro. Todas las mafias o grupos de crimen organizado, dedicadas a actividades delictivas como la prostitución, el blanqueo de dine­ro, el tráfico de armas y de drogas, las falsificaciones, el fraude y la extor­sión, tienen un grupo especial de jóve­nes avezados. Su labor dentro de estas organizaciones es siempre la misma: las amenazas, el cobro de deudas a los morosos, ejecutar los castigos y perpe­trar las venganzas. 

Para ello, reclutan a niños con cier­tas condiciones: pobres, abandonados, huérfanos, sin miedo y ciertamente habilidosos. Los preparan y los prote­gen, sabiendo que un menor de edad en nuestra legislación no comete de­litos, sino infracciones. Es decir, sus crímenes no son penados con cárcel, sino que son recluidos en centros de rehabilitación, con penas benevolen­tes. El problema, y ellos son conscien­tes, es que no se puede ejercer mucho tiempo como sicario siendo niño, más que nada porque acaban siendo asesi­nados por otros grupos o por el propio cuando ya no son de utilidad. Solo los más avispados sobreviven y trabajan por su cuenta. La independencia los hace más habilidosos, más caros y más efectivos.

Gringasho sí, canebo no

Si bien es cierto que ‘Negro Canebo’ protagonizó fugas espectaculares de Maranguita y en su momento fue bus­cado y atrapado como un avezado cri­minal, era simplemente eso, un delin­cuente cualquiera. Mataba para robar, con crueldad, pero sin preparación al­guna más que su sanguinario instinto. 

El caso de ‘Gringasho’ es diferente. Alexander Pérez pertenece a una ge­neración formada para asesinar por encargo, como un brazo castigador de la mafia. Él fue capturado en una bala­cera espectacular, donde pudo demos­trar sus habilidades en el uso de sofis­ticadas armas de guerra, su destreza para moverse en medio de un fuego cruzado y rodeado de cañones que lo apuntaban. Terminó sin un rasguño, con su buzo celeste Adidas intacto y una sonrisa de oreja a oreja.

No estaba solo. A su lado se en­contraba su lugarteniente, ‘Bacasha’, asesino a sueldo más avezado que él, aunque un año menor. Esperaban el momento indicado para meterse a la maletera de un carro que los llevaría hasta la frontera y de ahí al exterior para, luego, volver cuando las cosas se hubieran enfriado. Recordemos que son menores de edad, pero atrás de ellos funciona toda una organización de capos de la mafia que los protege, prepara y utiliza.

Estos jovencitos saben mucho, son inteligentes, manejan motos con im­presionante habilidad, tienen cabeza muy fría para escapar de situaciones complicadas, mucha veloci­dad y plasticidad producto de su juventud para escabullirse. A ‘Gringasho’ se le encontró con una pistola Browning calibre 45, bastante potente, que utiliza municio­nes mucho más grande que la 9 mm larga que emplean la Policía y las Fuer­zas Armadas. El mismo director de la PNP se mostró sorprendido con este armamento.

Sin embargo, ‘Gringasho’ es uno más de esta generación de niños ma­los. Por encima de él hay más grandes y sanguinarios. En el camino queda­ron delincuentes, como ‘Puerto Rico’, que no daban talla y fueron elimina­dos por la propia mafia. Detrás se vienen nuevos elementos con diferen­tes cualidades, pero un mismo objeti­vo: hacer el trabajo sucio de los capos y salir corriendo como el viento, sin de­jar rastros. Visten bien, andan con los bolsillos llenos y, como no dejan de ser jóvenes, se enamoran. Ese fue el error de ‘Gringasho’ y de muchos otros. Se dejó traicionar por el amor. Faltó a la principal regla de los malos: tener el corazón de hierro y las ideas muy claras.