Somos libres, seámoslo siempre
Sobre el pacto infame de gritar a voz en cuello
Por: Ramón Espejo Castañeda
Confirmado el conteo rápido de votos del 11 de abril empezó el apocalipsis en Lima. El peor escenario imaginado o inimaginable se había plasmado en el tablero: Un izquierdista radical, pro terruco, encima marrón, con pinta de campesino había ganado la primera vuelta, pero lo peor estaba por venir. La desgraciada, la mil y un veces maldecida, la señora K, la hija de la corrupción, sobrina del diablo, la vaga que tiene plata y nadie sabe cómo, era la elegida para hacerle frente. Dios mío ¿Qué estamos pagando? ¡Calma tu ira señor!
Estas reacciones viscerales son evidentemente extraídas de las redes sociales y provienen en su mayoría de Lima capital. En el Sur el apoyo real por Pedro Castillo fue mayoritario y el Norte, en menor medida, se inclinó por Keiko Fujimori. Allí votaron en positivo, sobre propuestas concretas e intereses propios, sin miedos ni vergüenzas (César Acuña ganó en La Libertad a pesar de las toneladas de memes y burlas virtuales). Si fuera por las redes sociales, López Aliaga y Veronika Mendoza hubieran decidido la segunda vuelta a punta de "sesudos" análisis. Por ahí hubiera terciado Guzmán. Saque su línea, señor.
Pero en vista de que el Perú es un poco más grande que el país virtual del facebook, IG, Twitter o TikTok, es mejor que vayamos respetando un poquito su voluntad. Es cierto que el fraccionamiento de la política así como el nulo desprendimiento de los candidatos presidenciales que se aferraron hasta el final al factor sorpresa e intercambiaron veneno con su último suspiro electoral, ha producido una baja representatividad de los ganadores. Sin embargo, para elegir, ha habido de todo como en botica. Los 18 candidatos han representado en gran medida a nuestra clase política y por qué no decirlo, a nuestra sociedad misma. Es lo que hay. Pedir una mejor calidad en la oferta es utópico en la medida de que los políticos no nacen de la nada sino que son producto de nuestra propia composición y estructura. Sobre ese variopinto menú el Perú ha escogido lo que quiere en su mesa para un repeticuá, guste a todos o no. Insultarlos a ellos es insultarnos a todos, como el efecto boomerang que te golpea la nuca pero de inmediato. El insulto no es una opinión, no engañe ni se engañe. El oprobio es la decisión de proferir una palabra o frase pre establecida ante la falta de argumento.
Esta elección plantea dos visiones distintas de país, no es la lucha de la corrupción versus el terrorismo. Esos no son sistemas de gobierno, hay corrupción en la derecha como en la izquierda, es transversal a cualquier ideología o sistema. El terrorismo es un peligro latente en tanto haya personas que cultiven la violencia y el sadismo colectivo aprovechando las múltiples carencias de país y que no se consolide la democracia como un sistema que puede generalizar la justicia social, la calidad de vida y el progreso. Ambos son lacras. Es por ello que hoy más que nunca se necesita cuidar la libertad que es la base de la democracia y que podemos expresarla en el voto. Sin temores, en positivo, como nos enseñaron el norte y el sur. Votar por Pedro Castillo no te convierte en terruco así como votar por Keiko Fujimori no te hace corrupto. El Perú no está dividido en fujimoristas y comunistas, sin duda, pero ha querido que decidamos entre esos dos platos y sobre ellos debemos deliberar.
"¿Qué conviene más?" Esa es la pregunta que debe girar en las mentes, pensando con cuál opción nos irá mejor como país y también en el aspecto personal, claro está. Si nos engañan, será culpa de ellos pero no elijamos sin escuchar siquiera lo que ofrecen, sin analizar cuál es su visión de país y si ésta sintoniza con la nuestra. Es necesario cortar de tajo el "mi amigo que sabe compartió esto en el face". No podemos permitir que los fakenew condicionen nuestra ciudadanía. No haga caso. Ellos son los confundidos. Hay que votar con libertad, hay que buscarla siempre.